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Una obra valiente y de lectura apasionante que acerca al lector el trabajo ???? menudo mal retratado y poco conocido— de un investigador criminal y que, por desgracia, confirma el famoso axioma de que la realidad siempre supera la ficción.
Desde la noche de los tiempos el crimen siempre nos ha generado una enorme fascinación. Solo la palabra «asesinato» arroja en Google cien millones de resultados. Los medios de comunicación, las novelas negras y las series de televisión nos muestran sin cesar investigaciones policiales, escenarios del crimen o historias sobre las víctimas. Este interés creciente tal vez se deba a que nos cuesta comprender cómo el ser humano es capaz de transgredir según qué límites y porque refleja, de manera cruda, los problemas de la sociedad en que vivimos.
Óscar Tarruella es un sagaz y prestigioso investigador y perfilador criminal especializado en muertes violentas, y ex policía judicial con más de veinticinco años de experiencia en la resolución de casos complejos, por los que ha recibido múltiples condecoraciones. En Diario de un agente de homicidios comparte sin filtros el día a día de una profesión para la que estaba predestinado: desde los éxitos, las estrategias y los detalles de casos reales hasta las dudas y las frustraciones que también acompañan en esta difícil labor.
Óscar Tarruella (Gernika, 1970) ingresó en los Mossos d’Esquadra en 1992. Ex policía judicial titulado con el nivel superior en Investigación Avanzada y Análisis de la Conducta Criminal, es un experto en homicidios y muertes violentas y formó parte de la Unidad de Homicidios y Crimen Organizado. Además, es instructor en intervención policial, tiro y seguridad privada. Ha participado en la formación de diversas promociones de la policía autonómica, local y portuaria, así como de la policía nacional holandesa.
Durante su excedencia voluntaria, proyectó su carrera dentro del ámbito privado como perito judicial y docente en las mismas disciplinas, llegando a ser una figura fundamental en casos como el de Mario Biondo, Cristina Ortiz la Veneno o Déborah Fernández.
Las paredes de su despacho están repletas de condecoraciones y reconocimientos públicos, como el diploma de honor y premio Vizconde de Eza del Ejército de Tierra, o las siete distinciones públicas por la resolución de múltiples homicidios y la desarticulación de bandas organizadas.